miércoles, 7 de mayo de 2008

DE VUELTA A LA PANTALLA

Un nuevo silencio...
Han sido muchas las horas y los días sin volver a la escritura; cuando menos, a esta escritura que es realmente la que nos ayuda a contarnos el mundo y a objetivar cuanto nos pasa. En este tiempo, siempre ocurre así con el goteo del tiempo, han ocurrido muchas cosas a nuestro alrededor: un ciclón natural devasta la otrora llamada Birmania y un devastador gobierno impide la intervención humanitaria, Europa cierra filas contra los "nouvinguts", los recién llegados, y promete que puede encarcelarlos hasta seis meses si no tienen papeles, la economía parece en fase de auténtica recesión...el Madrid de fútbol gana la liga, el Barcelona es eliminado de la liga de campeones y nos movemos en este circo como hace unas décadas.
Entre tanto, el mundo de la educación anda revuelto con los decretos de Bachillerato, el currículo que emana de la LOE, las competencias básicas y la necesaria mejora de los niveles educativos de nuestros ciudadanos. Educativos que no sólo de excelencia académica, aunque también, ¿por qué no?
La formación inicial (la universidad) y la formación permanente del profesorado son asuntos a los que habremos de volver una y otra vez. A saber, de verdad, por qué muchos docentes sin ninguna vocación acaban en las aulas, por qué no se cuida en la universidad, más que en ningún otro lugar, ese perfil profesional y por qué tienen algunos miedo a la carrera docente. Si queremos los mejores profesionales en cualquier actividad humana, ¿por qué nos preocupa poco o nada la preparación del maestro? Y, lo que es más grave, a mi juicio ¿por qué no les preocupa a ellos, a algunos docentes, su reciclaje continuo? ¿Por qué pese a notar cada vez más distancia con los alumnos y alumnas que recordaba brillantes sólo porque quedan lejanos y respondían a otros postulados educativos y sociales, no piensa este profesor que necesita conocer nuevas formas de acercamiento a su asignatura, a su auditorio y a su propio método de trabajo?
Se ve que el esfuerzo que pedimos a nuestros hijos e hijas, alumnos y alumnas, no se corresponde con la imprescindible profesionalidad del docente. Luego tendremos que hablar de si es un trabajo bien considerado socialmente, retribuido, valorado por nuestros "clientes"; pero eso no parece ser lo sustancial cuando vemos a compañeros y compañeras, en ocasiones, arrastrando un perpetuo mal humor por las aulas que acabará siendo el dolor íntimo y para siempre, del desilusionado.