jueves, 22 de enero de 2009

EN ENERO, EL DÍA VIGÉSIMO SEGUNDO...

El regreso al texto tiene hoy una motivación especial. Dos asuntos acaecidos esta semana, importantes, además del asunto global de la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, conducen mis reflexiones.
El primero de ellos, es el compañerismo. Comenzó el lunes la semana con un trabajo bien hecho, con un grupo de asesores y compañeros conmigo, en la tarea hermosa de perfilar la formación del profesorado de lenguas extranjeras. El martes tuve una intervención con los profesores de educación secundaria de lengua castellana y literatura que aprobaron sus oposiciones en julio de 2008. Ambas experiencias profesionales devolvieron una vez más la confianza en los profesionales de la educación.
Y el segundo, la amistad. El valor de la amistad, en estos tiempos de incertidumbre, se hace especialmente sólido... Cuando el entorno se tambalea, sólo nos quedan los amigos y las amigas. Se hacen presentes sin llamarlos y acuden con las palabras justas en el momento preciso, para mostrarnos una vez más que están a nuestro lado. Hay mucho de amor y de entrega, de generosidad y de altruismo en una actitud amistosa. Y esto nos reconcilia, en primer lugar, con nosotros mismos (nos libera de un cierto sentimiento de culpa...¿qué estaré haciendo mal?) y con todo lo que nos rodea y que resulta hostil: la mala educación, la falta de respeto y aquello que signifique ningunear la condición humana que todos llevamos dentro.
Vaya por mis amigos... Mª José, Beatriz, Pilar, Chema, Javier, Fernando, Jesús. Y por todos los buenos compañeros: Javier, Cristina, Asun, Gloria, Teresa, y muchos más.
Y como dice Mafalda, nos devuelve la cordura tras la cefalea...