El regreso al texto tiene hoy una motivación especial. Dos asuntos acaecidos esta semana, importantes, además del asunto global de la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, conducen mis reflexiones.
El primero de ellos, es el compañerismo. Comenzó el lunes la semana con un trabajo bien hecho, con un grupo de asesores y compañeros conmigo, en la tarea hermosa de perfilar la formación del profesorado de lenguas extranjeras. El martes tuve una intervención con los profesores de educación secundaria de lengua castellana y literatura que aprobaron sus oposiciones en julio de 2008. Ambas experiencias profesionales devolvieron una vez más la confianza en los profesionales de la educación.
Y el segundo, la amistad. El valor de la amistad, en estos tiempos de incertidumbre, se hace especialmente sólido... Cuando el entorno se tambalea, sólo nos quedan los amigos y las amigas. Se hacen presentes sin llamarlos y acuden con las palabras justas en el momento preciso, para mostrarnos una vez más que están a nuestro lado. Hay mucho de amor y de entrega, de generosidad y de altruismo en una actitud amistosa. Y esto nos reconcilia, en primer lugar, con nosotros mismos (nos libera de un cierto sentimiento de culpa...¿qué estaré haciendo mal?) y con todo lo que nos rodea y que resulta hostil: la mala educación, la falta de respeto y aquello que signifique ningunear la condición humana que todos llevamos dentro.
Vaya por mis amigos... Mª José, Beatriz, Pilar, Chema, Javier, Fernando, Jesús. Y por todos los buenos compañeros: Javier, Cristina, Asun, Gloria, Teresa, y muchos más.
Y como dice Mafalda, nos devuelve la cordura tras la cefalea...
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